viernes, 15 agosto, 2025

Colombia. Debate sobre la muerte de Miguel Uribe Turbay

Ni reír, ni llorar, comprender

El fatal desenlace del atentado contra Miguel Uribe Turbay, luego de dos meses en cuidados intensivos, ha provocado múltiples declaraciones y pronunciamientos por parte de organizaciones políticas y sociales, líderes de opinión e influenciadores de las redes digitales. Ha sido inevitable que muchos de esos pronunciamientos provoquen polémicas radicales en las que predominan emociones básicas, expresión de las profundas contradicciones que dividen al país. Por eso hay quienes han criticado el pronunciamiento de ¡UNÍOS! sobre el deceso de Uribe Turbay, calificándolo como “tibio”, o utilizando adjetivos provocadores: “no faltan los reaccionarios, revisionistas, reformistas y contrarrevolucionarios con sus pésames (…) bien muerto está!!!”.

Siembra vientos y cosecharás tempestades

Por la calidad del personaje que provoca esos sentimientos comprendemos esos comentarios. Pero como revolucionarios marxistas nos corresponde actuar con la entereza y la frialdad propia de quienes nos proponemos que la clase obrera mundial se autoorganice, tome el poder, elimine la propiedad privada de los medios de producción -y de paso a la clase burguesa que los monopoliza- y empiece a construir una nueva sociedad sin explotados ni oprimidos, y sin explotadores ni opresores. No aspiramos a una sociedad sin conflictos, pero sí sin violencia irracional. En ese propósito somos inflexibles, indoblegables y estamos dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias. Nuestro recurso es la organización militante y la lucha, la lucha de clases. Por eso renunciamos al atentado personal, a la acción vanguardista o al terrorismo. Pero tampoco albergamos ilusiones en el cambio gradual, reformista o la mera actividad electoral en el marco restringido de la democracia burguesa: la democracia de los ricos y sus agentes políticos. Ese era el campo en el que Miguel Uribe Turbay estaba actuando y se postulaba como candidato presidencial a nombre de lo más reaccionario de su clase.

Compartimos las aceradas críticas de quienes desde el atentado contra Uribe Turbay han destacado las declaraciones misóginas frente a la tragedia de Rosa Elvira Celis que emitió la Secretaría de Gobierno a su cargo, su justificación del asesinato de Dylan Cruz a manos de un agente del ESMAD o la represión contra el estallido social. No tenemos ninguna duda sobre lo ultrarreaccionario de sus posiciones políticas. Extremando sus declaraciones a favor de una “mano dura” buscaba unificar tras su candidatura al electorado que considera que el incremento de la delincuencia común es el problema principal a resolver. Quería galvanizar tras de sí al sector de la población que respaldó en las pasadas elecciones presidenciales a Rodolfo Hernández, quien además se presentó como luchador contra la corrupción en las instituciones del Estado.

Pero las contradicciones que cruzan a Colombia no se limitan a la gravísima desigualdad social que afecta a la mayoría de la población que malvive en la pobreza más degradante o carece de esperanza de futuro; como el joven sicario que sirvió de instrumento para el atentado contra Uribe Turbay. Hay una disputa violenta entre las propias franjas de la burguesía, los terratenientes y las transnacionales o los sectores empresariales que podemos denominar “lumpenburguesía” que se lucra de la economía del narcotráfico, la minería ilegal o la depredación de recursos naturales como maderas finas o especies exóticas. En esa disputa también están participando organizaciones que se autodenominan insurgencia político-militar y emplean métodos que repudiamos, pues no contribuyen a los procesos de organización y lucha de los trabajadores, el campesinado pobre, la juventud barrial, o las comunidades indígenas y afrodescendientes. En ese río revuelto -una verdadera olla podrida- Uribe Turbay ha sido víctima de las mismas fuerzas que pretendía conjurar.

No se sabe aún quienes fueron los determinadores del asesinato; llamarlo “magnicidio” no es más que un calificativo elitista. Y es probable que nunca lo sepamos. Las instituciones autoritarias del Estado burgués colombiano y el imperialismo hoy utilizan todos los pesos y contrapesos a su disposición para definir “la verdad oficial”. Tanto los agentes del Estado (desde la Presidencia hasta el último juez de reparto, investigadores de la Fiscalía, o los escoltas que lo custodiaban, y los propios asesores yanquis) como los grandes medios de comunicación con los que cuenta la gran burguesía saben que deben respetar las “reglas del juego” para preservar su sueldo… y su vida.

Ganancia de pescadores

Sí, hoy la situación política colombiana es un río revuelto. Y en esos ríos hay “ganancia de pescadores”. El último año de gobierno de Gustavo Petro estará determinado por la pesca de votos. La ultraderecha colombiana acaba de encontrar un “mártir” y con su imagen simbólica (y el apellido del presidiario del Ubérrimo) puede intentar encontrar la unidad alrededor de un candidato o candidata que se apropie de su “legado”. El pueblo colombiano será de nuevo convocado a una falsa polarización electoral: “retardatarios vs. progresistas”. O “izquierda vs. derecha”. Con esa cortina de humo se opacará la verdadera contradicción: trabajadores vs. capital. Es esa contradicción la que debemos atender, en cada protesta, cada movilización, cada paro, cada huelga.

Cuando los socialistas revolucionarios nos pronunciamos planteando que “Nuestras diferencias políticas con la fuerza que representaba el senador Uribe Turbay (…) no nos impiden comprender el dolor de su familia, de los seguidores del Dr. Uribe y, de nuevo, rechazar el atentado que ocasionó su muerte y el uso de esos métodos en el proceso político actual del país” no hacemos más que seguir el consejo del filósofo racionalista Baruch Spinoza: “Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere” (No reír, no lamentar ni detestar, sólo comprender). Es nuestra obligación “comprender” (no condolernos o presentar pésames a nuestros enemigos de clase) a las decenas de miles, tal vez millones, de colombianos que hoy se solidarizan con la familia Uribe Turbay y pueden ser arrastrados a la trampa de las urnas para que apoyen la propuesta política que representaba como candidato.

Y a quienes nos critican de manera airada por los términos que utilizamos los invitaríamos a ser consecuentes y criticar la decisión del gobierno de Gustavo Petro de declarar un día nacional de duelo por el asesinato. De no hacerlo, sólo podremos concluir que se suman al coro de hipócritas que incendian las redes, pero no mueven un dedo para que se desencadene la lucha social maniatada por el “embrujo reformista” del progresismo.

Por Equipo Estudiantil de ¡UNÍOS!– Universidad Nacional

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