Las rosas tatuadas en sus brazos, su pecho y su espalda hablan por sí mismas. No tienen espinas a la vista porque, como alguna vez contó, las lleva clavadas en el corazón. En su vida, el éxito, la fama y los sueños cumplidos se dieron la mano con los dolores más profundos, esos que de tan brutales lo impulsaron a salir de sí mismo para ayudar a otros. “Ayudando pude poner luz a la oscuridad. Hago muchas obras benéficas, eso lo aprendí de mi madre, Celina Catalina Domínguez Foradini, que era presidenta de nueve comisiones benéficas de Santa Fe, donde vivíamos”, dice Roberto Piazza (66), sentado en un sillón del petit hotel de Belgrano donde conviven su maison y la casa que comparte desde hace veinticinco años con su marido, Walter Vázquez.
Después de celebrar con un fiestón sus bodas de oro con la moda en Señor Tango –fue en mayo y dijeron presente desde el presidente de la Nación, Javier Milei, y su hermana Karina, hasta Mirtha Legrand, con quien estaba distanciado hacía años–, el diseñador ultima los detalles de un nuevo desfile benéfico que lo tiene muy entusiasmado. “Me llamó Alberto Pieragostini, que es productor de moda, y será a beneficio de la ONG Creando Luz, que es para ayudar a chicos con cáncer, y de la Fundación Piazza, que creé para ayudar a víctimas de abuso sexual infantil [algo que vivió en carne propia] y violencia doméstica.
Es el 4 de agosto, a las 17, en el hotel Hilton”, adelanta. Y sigue: “Recibo miles de denuncias a diario y, después de lograr en 2011 la Ley Piazza (los delitos sexuales infantiles ya no pueden prescribir), ahora quiero mayor rigidez y condena efectiva. No quiero que pase como me pasó a mí, que mi hermano mayor estuvo preso seis meses y después quedó libre y siguió violando a su hijo. Es impresionante la cantidad de denuncias que recibo a diario”.
–¿Vos hablás con las víctimas?
–No, porque la víctima habla en redondo, hace catarsis, se va y yo quedo de cama con la psicóloga. Yo respondo y reenvío al Ministerio de Seguridad de la Nación. A veces las historias me ponen muy mal, y eso que tengo treinta y cinco años de terapia encima. Ahora hago terapia cognitiva. Yo tuve varios intentos de suicidio, pero ya hace mucho que no. Hay gente que si no lo trata, lo habla, lo grita lo denuncia, se agarra un cáncer. Yo me peleé con mi familia. Mi hermano me empezó a violar a los 6, terminó a mis 17 años, yo ya era un adolescente que estaba harto del bullying, del maltrato en Santa Fe y de la familia. Lo agarré a trompadas y un día casi lo mato.
–¿Pero no le dijiste ni a tu mamá?
–No lo pude blanquear en ese momento, pero igual todos lo sabían y nadie dijo nada. Era una familia endogámica, machista, con una madre divina pero dominada, aplastada por mi viejo. Él era ingeniero electromecánico y representante de empresas multinacionales. A los 11 años descubrí que tenía una amante que llevaba a mi casa, mi vieja la aceptaba. Yo la quería a la mina, y tuvo un hijo al que le puso Roberto… Entonces, Roberto cuidaba a Robertito, lo llevaba al cine, al circo. Yo era chico, no entendía, como tampoco podía entender lo que me hacía mi hermano mayor.
HILVANAR RECUERDOS
Roberto creció viendo coser a su mamá, que era modista. A los 15 años le pidió que le cortara una túnica, él la pintó estilo batik y la vendió. Fue la primera de muchas y poco a poco fue ganando unos pesos e independencia. “Le propuse a mamá hacer un desfile, ella estaba encantada, y nos compraron todo. Invertí lo ganado, empecé a vivir de mi trabajo y no paré más. A principios de los 80 me vine, conocí a la Legrand, a Susana, a Moria, a Mora Furtado y todas las modelos toponas de la época con las que hacía los desfiles. Fue una época de oro para la alta costura”, recuerda Piazza.
–Con Mirtha estabas distanciado, pero la invitaste a tus bodas de oro con la moda.
–Sí, porque fue alguien importantísimo para mí. Cuando llegué a Buenos Aires fue mi madrina, era como una mamá para mí. Ahora volvió a serlo. Ella venía a casa, me llamaba todos los días a las 8 de la mañana. Me aconsejó y me llevó por todos lados. Hasta que un día en la mesa de su programa, un día antes de casarme, me hizo un comentario tan desafortunado que dejamos de hablarnos por catorce años. Pero en honor a todo lo compartido, me tiré el lance y la invité. Para mí fue muy emocionante que aceptara, además pidió el micrófono, se disculpó y la gente la ovacionó.
–También fuiste íntimo de Beatriz Salomón, incluso le hiciste el vestido de 15 a su hija Noelia.
–La turca era mi hermana, la conocí cuando vino de San Juan. Sé todos sus secretos, nos reíamos mucho. Yo estaba en Madrid cuando murió. También mientras estaba allá murió Cacho [Castaña] y la Giunta, toda gente maravillosa. Noelia, la hija mayor de la Turca, es mi ahijada, hablamos de vez en cuando. Hace poco las niñas, como decía ella, ganaron el juicio contra toda esa gente que les hizo tanto mal y todos me llamaron. Si yo puedo ayudarlas en algo, lo hago.
DE COQUETERÍA Y AMOR
–Se te ve muy bien. ¿Cómo te cuidás?
–Voy al gimnasio, me cuido con la comida, uso cremas. Además, una vez por año me hago alguna cosa, como plasma o botox, y cada diez o quince años un lifting. El último fue en noviembre. También tomo vitaminas, magnesio, proteínas, pero no en polvo porque no puedo por el corazón.
«Estuvimos distanciados con Mirtha durante catorce años. En honor a todo lo compartido, me tiré el lance y la invité a la celebración de mis 50 años con la moda. Fue muy emocionante que aceptara»
–¿Cómo estás de salud [en 2021 le hicieron una angioplastía]?
–Perfecto, fue un episodio aislado. Un día fui a hacerme un control y me encontraron que tenía las dos arterias principales secas, así que me pusieron dos stents y listo. Sólo quedó un tema con el trigémino, un nervio que hace que me duelan la cabeza y los ojos, pero después pasa, que empezó después de la caída que tuve en Madrid y que me dejó un año en silla de ruedas. Creo que tiene que ver con el estrés, y aparte con las cosas dormidas que uno guarda y por algún motivo se despiertan. De todas maneras, siento que estoy en el mejor momento de mi vida, incluso con todo lo que te conté. No sé si sos creyente, pero hace unos años empecé a hablar con la Virgen. Todos los días le agradezco, le pido cosas puntuales, le prendo una vela… Siento que las cosas se fueron como reubicando de una manera increíble, y todo lo que voy queriendo va sucediendo.
–¿Pero por qué te acercaste a la Virgen?
–Fue de repente, sucedió. Alguna vez alguien me acercó una estampita y eso hizo que me comprara una imagen, y así empecé a hablar y vi que mi vida fue cambiando, aunque eso no quita que tenga mis bajones, obvio.
«A principios de los 80 vine de Santa Fe, conocí a la Legrand, a Susana, a Moria, a Mora Furtado y todas las modelos toponas de entonces con las que hacía los desfiles. Fue una época de oro para la alta costura»
–¿Y cómo está el amor?
–También en un gran momento, hace veinticinco años que estamos juntos con Walter y ya no peleamos más. Somos una pareja abierta con algunas reglas para que no nos afecte, como que a esta casa no entra nadie, y que sean son sólo situaciones de momento, nada paralelo. Pero imaginate que nos casamos como cinco veces y en distintos países, como una forma de renovar nuestros votos. Y además trabajamos juntos y a la par. Sin él no podría hacer todo lo que hago.•