jueves, 6 febrero, 2025

Después del 1F: la resistencia está en las calles, lo esencial es no detener la marcha

Vomitando tuits, el Gordo Dan y su séquito de adoctrinadores virtuales intentaron embarrar la masiva convocatoria de este sábado. Portavoces rabiosos de ideas retrógradas, incurrieron en todo tipo de absurdos y aberraciones discursivas. Lilia Lemoine -diputada por gracia de la lista sábana- llegó a decir que alguien podía auto-percibirse “menor de edad”. Hablándose encima, el oficialismo solo confirmaba su temor a la movilización masiva.

Este 1° de febrero, las calles de todo el país rugieron contra la misoginia, la homofobia, el negacionismo y el ajuste. Siempre lista a disminuir el impacto de toda protesta, la Policía de CABA estimó en 80.000 las personas que llegaron a Plaza de Mayo. Las imágenes aéreas certifican un número claramente mayor. Esa fuerza permeó todo el territorio nacional, con impactantes convocatorias en Córdoba, Rosario, Neuquén, Mendoza, Mar del Plata y San Miguel de Tucumán, entre otras urbes.

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La multitudinaria protesta consignó una derrota política del oficialismo. Conformó, también, un golpe al clima reaccionario edificado en las últimas semanas. Vencido, este domingo Milei se ridiculizó a sí mismo repitiendo haber sido tergiversado.

Si se mira más allá del último sábado, la calle representa uno de los puntos de desequilibrio dentro del esquema gubernamental. Irrumpiendo periódicamente, ilustra las relaciones de fuerza políticas y culturales que anidan en el país. Confronta ese principio discursivo que ve derechización absoluta en la sociedad.

A ese territorio de la confrontación callejera rehuye, con persistencia, la conducción sindical y social del peronismo. Desde hace tiempo la CGT se entrega a una tregua perenne, que no se altera con comunicados, fotos o tuits. De cara a la marcha de este sábado, su dirigencia jugó a las escondidas, sin hacer nunca una convocatoria efectiva. Y en las calles no se vio a sus principales dirigentes. Ajena a toda forma de resistencia, la burocracia sindical peronista garantiza la gobernabilidad de Milei.

De combates y batallas

El feroz ataque de Milei contra la comunidad LGTBI+ y el movimiento de mujeres es inescindible del proyecto de regresión social ordenado y aplaudido por el gran capital nacional y extranjero: la “batalla cultural” es inseparable de esa “batalla económica”.

Voceros mediáticos y parte integrante del gran empresariado, La Nación y Clarín aconsejan matizar esa radicalidad “anti-woke”. Se trata de evitar que la calle devenga escenario central de la oposición social y política al Gobierno. De impedir que la reacción activa ante a la homofobia y misoginia oficial convoque a la participación de quienes son agraviados con despidos, ataques al salario, precarización de la vida y empobrecimiento generalizado. En esa potencial convergencia anida el germen de una resistencia capaz de derrotar el conjunto del proyecto mileísta. Algo de eso se vio este sábado. En las banderas de luchas emblemáticas como la del Hospital Bonaparte. En las columnas de organizaciones sociales, sindicales y de derechos humanos. En los carteles contra el negacionismo y el ajuste.

Fortalecer esa perspectiva implica militar por unificar la fuerza social de la clase trabajadora (capaz de paralizar el conjunto de la actividad económica); la combatividad del movimiento de mujeres y la comunidad LGTBIQ+; la disposición a la lucha que mostró el movimiento estudiantil; la heroica dignidad que escenifican jubilados y jubiladas cada miércoles, entre muchos otros sectores.

Apostar a ese camino requiere construir una fuerza política desde abajo que encarne y atice esa resistencia. Edificarla en cada lugar de trabajo y en cada lugar de estudio, en cada barriada y en cada frente de lucha. Construirla en el apoyo activo a las duras luchas que tienen lugar en el Hospital Bonaparte, los sitios de la Memoria, el PAMI o contra los despidos discriminatorios en Shell o Pilkington, entre otras. En la búsqueda constante de la coordinación y articulación de esos sectores combativos. El PTS-Frente de Izquierda pone todas sus fuerzas y convicción para avanzar en ese rumbo.

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El engaño del “amplio frente antifascista”

Invocando un amplio “antifascismo”, parte de la oposición convoca a construir una gran alianza electoral que integre a quienes “no son Milei”. Juan Grabois lo enunció explícitamente hace días, llamando a Martín Lousteau y Elisa Carrió. Imborrables de la memoria, los nombres de Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa rememoran dónde conduce esa «estrategia». Revival ampliado y derechizado del “todos menos Macri”, recuerda la conformación de ese fracaso político que, tomando el nombre de Frente de Todos, le abrió el camino a Milei tras cuatro años de calamidades para las mayorías populares.

Hace un siglo, los movimientos fascistas emergieron como respuesta reaccionaria a la amenaza de la revolución socialista. Organización política y militar de amplias franjas de las clases medias, tenían un objetivo: aplastar a la clase trabajadora y destrozar sus organizaciones. La desesperación de la crisis social funcionó como combustible. Apostando a la derrota estratégica de su rival fundamental, el gran capital alentó a Hitler y Mussolini, convirtiéndolos en aberrante brazo ejecutor de sus intereses.

Pero el fascismo solo fue gobierno y régimen tras haberse impuesto en la lucha en las calles. No antes. En el caso alemán, ese ascenso resulta inescindible de la capitulación y traición de las direcciones oficiales del movimiento obrero: el socialismo reformista y el comunismo stalinista. Eludiendo el combate unificado, facilitaron la desmoralización de la clase trabajadora y la acción salvaje de las fuerzas de choque nazis.

Los discursos fascistoides de Milei y su arrastrado cortejo no conforman un gobierno fascista. La resistencia social en la Argentina está lejos de haber sido aplastada. Por el contrario, empieza a desplegarse luego de años de quietud y pasividad impuestas por sus direcciones sindicales y sociales, esencialmente en manos del peronismo. El problema es, entonces, la estrategia para enfrentar y derrotar a esta ultraderecha reaccionaria, que une sus discursos de odio al plan del gran capital.

El “amplio frente antifascista” implica resignar todo combate serio en las calles. Entregarse a la espera eterna de los tiempos electorales y a la esperanza impotente de los armados políticos precarios. Supone una fe ciega en actores que hoy son parte del régimen político que sostiene a Milei. Con quienes, aun rechazado los discursos de odio mileístas, avalan y sostienen un programa de mayor subordinación al gran capital financiero y al FMI, destrucción de la salud y la educación públicas, reforma laboral y extractivismo feroz.

Lo contrario a esperar pasivamente una nueva decepción es desarrollar activamente la resistencia desde abajo; potenciarla en cada lugar y en cada frente de lucha; extenderla. Horas atrás, el último sábado, dimos un gran paso en ese camino. Lo importante, lo esencial, es no detener la marcha.

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