Conservar alimentos frescos es una de las mayores preocupaciones en la cocina. A diario, buscamos formas de extender la vida útil de frutas, verduras y otros productos para evitar el desperdicio y mantener su calidad nutricional. Sin embargo, entre todos estos alimentos, algunos, como las papas, presentan retos particulares que requieren especial atención para evitar su deterioro.
La papa es uno de los alimentos más consumidos a nivel mundial, de acuerdo a la web especializada en estadísticas Helgi Library, en 2021 se consumieron más de 259 mil kilotoneladas de este alimento. A pesar de ello, este tubérculo requiere condiciones de almacenamiento específicas para mantener su frescura y evitar problemas como la aparición de brotes, la pudrición o los cambios en su sabor y textura.
En condiciones normales, las papas sin cocinar pueden conservarse entre una semana a dos meses a temperatura ambiente, según el medio especializado Healthline. Sin embargo, con un almacenamiento adecuado, su vida útil puede prolongarse hasta seis meses, lo que permite un mayor aprovechamiento del producto y reduce las pérdidas.
El secreto está en la composición de la papa. Como tubérculo rico en almidón, cuenta con una piel que actúa como barrera parcial frente a los agentes externos, pero que no es suficiente para protegerla de la luz, la humedad y las altas temperaturas. Cuando se expone a estas condiciones, la papa comienza a brotar, deshidratarse o pudrirse, lo que hace que pierda su calidad y su valor culinario.
No todas las variedades de papas tienen la misma durabilidad. Las de piel gruesa, como las russet, tienden a ser más resistentes gracias a su cubierta más robusta, que reduce la pérdida de humedad y protege mejor contra los daños externos. En cambio, las de piel fina, como las variedades roja o amarilla, son más vulnerables y suelen deteriorarse con mayor rapidez. Esto resalta la importancia de considerar la variedad al momento de almacenarlas.
Aunque comparten ciertas similitudes con otros tubérculos como los boniatos y las zanahorias, las papas son particularmente susceptibles al desarrollo de brotes, lo que las hace más exigentes en términos de conservación. Sin embargo, todos estos productos por igual requieren un entorno oscuro, fresco y seco para prolongar su frescura.
Es por esto que la web especializada Food52 indica que el lugar ideal para almacenar papas debe cumplir con estas condiciones. Es fundamental evitar la refrigeración, ya que las bajas temperaturas convierten el almidón en azúcar, lo que altera tanto su sabor como su textura. Asimismo, es importante evitar el uso de bolsas de plástico, ya que estas retienen la humedad y favorecen la descomposición. En su lugar, las bolsas de papel o de arpillera son recomendables, ya que permiten una adecuada ventilación y previenen la acumulación de humedad.
Por otro lado, proteger las papas de la luz es esencial. La exposición prolongada genera manchas verdes en la superficie y eleva los niveles de solanina, un compuesto tóxico. Además, mantenerlas en un espacio con una temperatura controlada entre 4 y 10 °C ayuda a garantizar su conservación óptima. También resulta importante alejarlas de otros vegetales, como las cebollas, y de frutas como las manzanas, que emiten etileno, un gas que acelera su maduración y deterioro.
Al igual que las papas, otros productos también requieren cuidados especiales en su almacenamiento para preservar su frescura y calidad.