Andrés Bracamonte se jactaba de enumerar los balazos que había recibido en su cuerpo, como si se trataran de heridas de guerra. El sábado por la noche, perdió la cuenta. También, la vida. El asesinato de Pillín, líder de Los Guerreros, la barra brava de Rosario Central, no solo conmocionó a la ciudad; también, escaló a la política. Sin ir más lejos, ayer por la mañana hubo una comunicación entre el gobernador Maximiliano Pullaro y el presidente del club rosarino, Gonzalo Belloso. Y la pregunta que todos se hacen en Santa Fe tiene que ver con el móvil: ¿fue un ajuste de cuentas, una interna por el poder de la hinchada o tiene que ver con la comercialización de estupefacientes?
Mientras investiga la Justicia, movilizada ayer mismo por el impacto de la muerte de Pillín y su segundo, Daniel La Rana Attardo, en Rosario Central observan con preocupación la situación. Si bien el mandamás del canalla no tenía relación con la barra, Pillín era una referencia en el paraavalancha. “No queremos que nos pase lo mismo con Newell’s”, deslizó –en diálogo con Clarín– un dirigente del club rosarino. En la tribuna del Coloso, tomó el poder Máximo Ariel Guille Cantero, el líder de Los Monos, que se encuentra preso y en aislamiento en el penal de Marcos Paz.
Y aunque es cierto que Pillín también habría tenido vínculos con la banda narco, a orillas del Paraná lo respetaban porque manejaba entre 600 y 700 personas que copaban la tribuna del Gigante de Arroyito. Un verdadero ejército. El título del diario El Ciudadano de Rosario expresa la sensación que existe en la populosa urbe santafesina: “Se acabó la paz”. ¿Por qué no había luz en la zona de Avellaneda y Reconquista, donde dos sicarios acribillaron a Bracamonte y a Attardo?
En las redes sociales hubo miles de mensajes de hinchas que lamentaron el fallecimiento de Bracamonte porque era un dique de contención, más allá de que no se trataba de un nene de pecho, está claro. Pillín, que estuvo un cuarto de siglo al frente a la barra canalla, había estado preso en diciembre acusado de ser el jefe de una asociación ilícita que, sobre la base de extorsiones, obtuvo ingresos millonarios a través de negocios con viandas, alquiler de baños químicos y pago de coimas para otorgar los certificados de libre deuda sindical a empresas contratistas. Junto al capo de la barra cayó Carlos Vergara, secretario general de la sección rosarina de la UOCRA.
Su prontuario consta de una condena de dos años y ocho meses de prisión efectiva tras ser hallado culpable de amenazas coactivas contra un ex empleado de Rosario Central, a fines de 2009. Un año después, viajó a Sudáfrica como uno de los referentes de Hinchadas Unidas Argentinas para el Mundial. Fue deportado. Y le inició una demanda penal al Estado Nacional y a la FIFA por ese hecho. Pidió 30 millones de dólares por supuesto maltrato, junto a otro barra mediático: Pablo Bebote Alvarez.
Además, fue acusado de violencia de género en 2018, cuando su ex esposa le pidió el divorcio y la corrió con un bate de béisbol. En septiembre de ese año, había sido demorado por efectivos bonaerenses mientras vendía entradas de protocolo en inmediaciones del estadio de Lanús, durante la previa de un partido de Copa Argentina contra Talleres.
En abril de 2020, durante un allanamiento en su lujosa casa del country Los Álamos, ubicada 12 kilómetros al noroeste de Rosario, la Policía secuestró 2,5 millones de pesos. Su abogado Carlos Varela, quien defendió a otros barras, explicó que el dinero tenía como objetivo una operación comercial producto de la explotación de licencias para taxis. Dos meses después, lo detuvieron en el marco de una causa penal sobre lavado de activos.
Esta situación podría tener relación con Los Monos. ¿Pillín era un testaferro? La vinculación de Bracamonte con los narcos estaba siendo investigada por la Justicia y a nadie se le escapó la presencia del líder de la hinchada en el velatorio de Claudio Pájaro Cantero, asesinado en 2013 a la salida de un boliche.
Bracamonte era monotributista, pero también millonario. En aquel allanamiento de 2020, le secuestraron tres autos de alta gama (BMW, VW cupé y Mini Cooper), dos taxis (Chevrolet Corsa y Cobalt), una moto de agua, tres motos, cinco celulares, dinero en efectivo y una máquina cuenta billetes.
Pillín se hizo cargo de la barra tras destronar a los hermanos Bustos. Era el subalterno de Carlos y Juan, líderes de Los Chaperos, que también estaba secundado. Bracamonte ganó la interna con sangre y desde entonces se ungió como el capo de Los Guerreros, como fue rebautizada la barra.
En agosto, mientras paseaba con su novia en parque Alem, fue baleado tras el clásico que Rosario Central le ganó a Newell’s en Arroyito. Pillín no había podido ingresar, ya que tenía derecho de admisión. Desde una moto, le dispararon ocho tiros. Solo acertaron un balazo en la espalda que lo perforó, pero no lo mató. Seis meses antes, atacaron el frente de su vivienda y le dejaron una nota amenazante. Esta vez, la muerte lo encontró tras la derrota con San Lorenzo, cerca del Gigante, donde para algunos seguirá siendo un héroe y para otros, un triste -y célebre- barra.