Fue una verdadera masacre la que sufrió anoche en el Senado el veto de Javier Milei a la Emergencia en Discapacidad, que ahora se convirtió en ley: 63 votos en contra y solo 7 a favor, los de los libertarios kamikazes que prometen acompañarlo hasta el final. Las lecciones son obvias. Cuando un gobernante arremete contra algo tan sagrado como las familias que tienen chicos o adultos con discapacidad y recorta gastos del Estado donde simplemente no puede hacerlo, la reacción -tarde o temprano- va a llegar. Javier Milei y su famosa motosierra se habían metido con la clase media, con los jubilados, con los asalariados que no llegan a fin de mes -más de la mitad de las familias argentinas, según algunas encuestas confiables-, pero el límite llegó cuando del otro lado apareció un chico autista, Ian Moche, de solo 12 años.
El Presidente llegó a maltratarlo en sus redes sociales, con la impunidad de siempre, y hasta lo señaló como un militante del kirchnerismo que andaba conspirando contra el Gobierno en programas de periodistas como Paulino Rodrígues, rebautizado “Pautino” en una dudosa humorada del líder libertario. La familia de Ian recurrió a la Justicia para que Milei enmendara su evidente error, pidiera disculpas públicas o al menos borrara el tuit en cuestión, pero un oportuno magistrado de los que les dan buenas noticias al oficialismo de turno, Alberto Recondo, desestimó el reclamo hace dos semanas e incluso obligó a los Moche a pagar las costas del juicio.
¿Qué hicieron los trolls digitales del Gobierno a partir de ese momento? Amparados por la insólita resolución del juez, redoblaron sus ataques en las redes contra el chico. ¿Qué hizo el Senado ahora, como antes la Cámara de Diputados? Le puso un freno a tanta locura. ¿Puede la máxima autoridad de un país enfrentarse a un niño autista? ¿Se puede caer más bajo? ¿Realmente creyó Milei que la opinión pública se pondría de su lado?
Recordemos cómo empezó esta pelea inverosímil que arrastró al descrédito al primer mandatario. En medio de los recortes del Gobierno en el área de Discapacidad, donde se dieron de baja miles de pensiones sin ningún criterio médico -solo les importaba la contabilidad y el déficit cero-, la mamá de Ian Moche contó en público lo que le había comentado Diego Spagnuolo, el ex titular de la Andis, cuando ella fue a verlo. Spagnuolo, por entonces amigo y abogado del Presidente, le dijo: “Si vos tuviste un hijo con discapacidad, ese es problema de la familia, no del Estado”. Y redondeó la idea con estas palabras: “¿Por qué yo tengo que pagar peaje y ustedes no?”.
Para defender a su amigo y abogado, Milei terció en la polémica y no tuvo mejor idea que atacar al chico autista. Ese fue el comienzo de la bola de nieve que culminó con la votación de ayer. Hay algo que se llama karma. ¿Dónde terminó Spagnuolo después de eso? Denunciando al Presidente y a su hermana Karina por las malditas coimas del 3 por ciento que ella y “Lule” Menem habrían recaudado entre las empresas farmacéticas que trabajaban con la Andis, como se lo escucha explicar en detalle en los audios que conmocionan al Gobierno. Es un final que tiene algo de justicia poética. El abogado de Milei, el que tenía la misión de cubrirle sus espaldas en la Justicia, es quien acaba de incriminarlo.
Ian Moche seguro estará sonriendo. Ganó 63 a 7.