Patricia Sosa es una destacada cantante, compositora y actriz argentina. Inició su carrera musical en 1976 como vocalista del grupo Nomady Soul, donde interpretaba canciones en inglés y español. Posteriormente, en 1981, se unió a La Torre, una banda de rock que marcó un hito en la escena musical argentina. Con esa agrupación, grabó seis álbumes y se consolidó como una de las voces más representativas del rock nacional.
En 1990, emprendió su carrera como solista. Su álbum debut alcanzó el disco de platino en tan solo una semana. A lo largo de su trayectoria, lanzó varios discos, incluyendo Luz de mi vida (1992) y Suave y profundo (1994), este último reconocido con el Premio ACE como mejor álbum femenino en el rubro balada-pop. Además, ha participado en proyectos internacionales, como el homenaje a Carlos Gardel en 1995 y el proyecto Voces Unidas, donde colaboró con artistas de renombre mundial.
Además de su carrera musical, incursionó en la actuación. Participó en telenovelas como RR DT (1997-1998) y Chiquititas (2000). En 2003, protagonizó la comedia musical El Principito junto a Juan Carlos Baglietto y Sebastián Francini. También, fue jurado en los realitys Cantando por un sueño y Soñando por Cantar.
En 2021, regresó a la actuación en la serie web Perla negra 2.0, interpretando el papel de Miss Helen. También fue parte de la obra de teatro Perdida Mente. En 2022, realizó un show en las pirámides de Keops, en Egipto, junto a Matias Di Stefano, un joven denominado “niño índigo” que conmueve al mundo por la transmisión de su conocimiento sobre la evolución de la Tierra.
El último lanzamiento de Patricia fue el tema Dejate querer, que está disponible en todas las plataformas. Próximamente, estrenará un disco de baladas. Se trata de un proyecto en el que viene trabajando desde el año pasado.
Rulo: — Siempre fuiste una persona muy creyente y conectada con ciertas energías, ¿qué momentos sentís que te marcaron?
Patricia: — Mi máxima, que está en el primer puesto ahí encabezando, es sobre mi padre que murió hace 10 años, y lo vi en una foto sentado al lado mío.
Rulo: — ¿Cuándo fue?
Patricia: — Hará tres o cuatro años. Me sacan una foto, yo estaba con Lucía Galán, con una amiga cordobesa, con mi manager y un señor dijo: “Acá hay presencias”. A mí me latía el corazón, hacía mucho calor y empiezo a sacar fotos. En un momento miro el visor de la cámara, una cámara antigua, en un lugar en donde el único hombre que había era un alemán gordo grandote. Estábamos nosotras nada más y cuando veo la foto estaba mi papá, con su buzo violeta.
Rulo: — ¿Aparece la silueta de tu viejo en la foto?
Patricia: — Es como un fantasma medio transparente, pero casi corpóreo. Es como si tuviera 60 años, después me contaron que aparecen de la forma en la se quieren mostrar. Estaba ahí con su buzo violeta. Mi papá murió a los 87 años y siempre se ponía el buzo violeta que tenía en la foto.
Rulo: — ¿Se le presenta solamente a la gente que tiene una conexión espiritual con este tipo de cosas?
Patricia: — No, a cualquiera.
Rulo: — Pero meterte en el tema ayuda…
Patricia: — Yo medito hace 30 años, investigo, voy a la búsqueda, no es que me quedo en mi casa esperando que suceda. Yo frecuento estos lugares, voy a India, me subo a los áshram a meditar con gente que está muy elevada, me junto en grupos para hacer respiración, tengo una vida espiritual muy activa…
Rulo: — ¿Alguna vez viste seres o algún objeto no identificado?
Patricia: — No. Para mí no son de otro planeta, son de otro plano. Yo nunca vi un ser, sí vi luces, estando sobria y nunca estaba sola (risas). Siempre estaba acompañado de gente que es testigo porque a veces terminás cuestionándote. Un día estaba en mi casa de noche, sentada en una reposera en el patio, con mi sobrino de 12 años, que había aprendido las constelaciones. Cuando me señala las Tres Marías, las miro y, como ya hice contacto varias veces, saludé con los brazos extendidos. En ese momento se intensificó el brillo y después se las chupó la atmósfera. El nene me dice: “¿Qué es eso, tía?”
Rulo: — Cuando vos pensás la antigüedad que tiene el mundo y lo inmenso que es, resulta difícil de entender el origen de la vida y otras cuestiones.
Patricia: — Es que yo no lo entiendo y no creo que hay que ir en la búsqueda de entender, hay que sentir. ¿Por qué voy a entender por qué esa luz me vino a ver? Es lo que me tocó, lo que disfruto.
Rulo: — Simplemente lo vivís.
Patricia: — Hace poco toqué en La Cumbre, en Córdoba, en una montaña al atardecer. Yo veía que la gente en el público me decía que mirara para atrás. Había tres luces grandes en la montaña que, cuando me di vuelta y saludé, me saludaron, como pasó en mi casa, y se fueron. La gente, el público, gritó. No sé por qué me pasan a mí esas cosas, pero me pasan…
Rulo: — ¡Estás re conectada!
Patricia: — La primera vez que fui, que era creo que el año 2000, me quedé con tortícolis porque fui con la banda de gira y todo el tiempo iba mirando en el viaje a ver si veía algo. Pero no vi cuando quise, vi cuando quisieron…
Rulo: — ¿Te dice la gente: “Estás re loca”?
Patricia: — Y a veces te dicen…
Rulo: — Pero no te importa.
Patricia: — No, no me importa. Aprendí que no se juzga a la gente. Yo te voy a ofrecer mis buenas intenciones y lo que reciba dependerá de mí y de vos.
Rulo: — ¿Por qué se pelearon con Valeria Lynch? ¿Fue una pavada? ¡Se tienen que amigar!
Patricia: — No, no fue una pavada. Los meditadores sabemos que siempre hay que poner el doble de lo que el otro no tiene si quiere que una relación funcione. Si alguien viene enojado, uno pone el doble de empatía, si alguien viene malhumorado, uno poné el doble de humor. Es una ley.
Rulo: — Es remarla.
Patricia: — Sí, pero cuando vos remaste tantos años sin lograr un efecto recíproco, tenés que abandonar y eso también es una ley. No porque a mí me moleste sino porque estás molestando en el camino del otro. Por lo tanto, hay que dar un paso al costado y dejar que fluya.
Rulo: — ¿Dabas más de lo que ella daba?
Patricia: — Eso es desde mi punto de vista. Fue así y no hace falta ninguna “amigada”.
Rulo: — Igual, suele pasar que uno se distancia con amistades…
Patricia: — Claro. Hay que entender que uno no lo tiene que hacer por uno, lo tiene que hacer por el otro. Voy a dejar que sigas tu camino. Esa es la ley espiritual, después que uno proteste, llore y haga su duelo y todo eso, es una parte humana correcta.
Rulo: — Por supuesto. A uno le puede doler o no.
Patricia: — Nosotras tenemos un grupo de amigas importantísimo que, como ahora hay Instagram, la gente se entera que somos amigas.
Rulo: — Ese grupo talentoso lo vengo siguiendo con Julia Zenko, Sandra Mihanovich…
Patricia: — Sí. Nos reunimos una vez por mes o cada 40 días. Ponemos fechas muy adelantadas porque cada una anda por cualquier lado. Es muy lindo porque somos todas más o menos de la misma edad, menos Elena Roger y La Sole, que son más jovencitas, pero el resto tenemos los papás que se fueron o que están y son muy mayores, y los hijos e hijas más o menos de la misma edad.
Rulo: — Y tienen mucho en común desde la música.
Patricia: — Sí, son amistades de años.
El conductor invitó a Patricia a contestar el cuestionario levantando los carteles de Sí o No, según corresponda. recordó sus inicios en el mundo de la música y compartió la anécdota de un viaje que transformó su alimentación.
Rulo: — Por sí o por no. ¿Has abierto camino para algunas mujeres en el mundo del rock?
Patricia: — Sí.
Rulo: — ¿A quiénes?
Patricia: — A todas. Yo soy la primera mujer de la historia argentina en liderar una banda de rock. A partir de ahí, todo lo demás. Yo pateé muchos tobillos, no había camino, a machetazo limpio, abrí el camino. No sabía que lo estaba haciendo, era muy chica. Yo preguntaba: “¿Por qué no puedo cantar?” y me decían: “Las minitas de los músicos, abajo”.
Rulo: — ¿Qué opinas de las nuevas generaciones de mujeres artistas?
Patricia: — Algunas me gustan mucho, tienen mensajes lindos. Me gusta la música que te deja pensando un poco, que la obra termina en el espectador. Nosotras cuando empezamos peleamos mucho porque no se cosifique a la mujer, entonces ahora me da pena que algunas chicas no valoren eso y que solamente sea el perreo y “te la pongo y te la saco”. Si no hay nada más que eso, es tan efímero que me aburre.
Rulo: — Por sí o por no. ¿Dejaste de comer carne porque inhibe la telepatía?
Patricia: — Sí. Cuando tuve un avistaje muy grande, bajábamos la montaña y la bruma te tapaba de la rodilla para abajo. Eran las 4 de la mañana y no veíamos nada. Había un precipicio y teníamos medio chucho. Íbamos agarrándonos de la ladera de la montaña, estaba muy alto y pensé: “¡Dios mío! Que se encienda algo porque nos vamos a caer”. Inmediatamente, al pie del camino, una de las luces se posó e iluminó todo el camino. Se dio vuelta la señora que nos guiaba y me dijo: “¿Pensaste algo?” y le respondí: “Sí, que se encienda algo”. “Tendrías que dejar de comer carne porque tiene una toxina que inhibe la telepatía”, me explicó. No le di bolilla a esa máxima y en la semana me invitaron a un asado y fui sin tener en cuenta eso. Cuando me senté a comer, no pude. No porque lo intelectualicé sino que se me bloqueó algo y no pude. Nunca más comí carne desde el año 2000, ponele.
Rulo: — ¿Cómo ves la energía de Desencriptados?
Patricia: — Perfecto. Están preciosos.
Rulo: — ¡Cuidado con esos pensamientos!
Patricia: — No soy telépata, chicos (risas).
Rulo: — Ahora si voy a un recital tuyo y estoy en primera fila, por las dudas, canto todos los temas…
Patricia: — ¡Te conviene! (risas).