Milagros Orguelt (24) está en su casa de Villa Luro y mira las fotos y los videos de su teléfono que todavía «están tibios, casi que hablan» y que tienen palabras de alegría, cantitos de vuelta olímpica, festejos y muchos abrazos. «No lo puedo creer, no entiendo todavía lo que pasó, no caigo, debe ser eso, como no caigo, no rompo en llanto«, dice la hermana de Pedro (22), el hincha de Racing que murió luego de un accidente en la Panamericana, cuando volvía de Paraguay.
Los Orguelt fueron a ver a su amada Academia a Asunción, un viaje largamente soñado y esperanzador. Era la primera vez que la familia salía del país para ver al equipo de Avellaneda, flamante campeón de la Copa Sudamericana y del que son hinchas desde la cuna.
En el Peugeot 206 azul viajaban Claudio (62), el papá, los hermanos Francisco (25), Milagros (24), Pedro (22) y el primo Facundo (20). «Todo estaba increíble, allá en Paraguay fue la felicidad hecha carne…. Fuimos, vimos el partido, festejamos como nunca y nos quedamos en la casa de un amigo de papá. El lunes, alrededor de las tres de la tarde, salimos para Buenos Aires y como hicimos a la ida, nos fuimos turnando todos para manejar».
«La saqué barata, tengo claro que podría estar como mi hermano y nos salvamos. Es de no creer lo que estamos pasando como familia, tuvimos que experimentar la mayor de las alegrías para que, en un abrir y cerrar de ojos, pasara esto. No me entra en la cabeza lo de Pedrito, no puede ser que este muerto un pibe que hace dos días era pura vida», se contiene para no quebrarse.
Se la ve fuerte a Milagros, que habla con Clarín y muestra las heridas de un choque fatal que dejó un muerto pero que «pudo haber sido una tragedia total». Permite ver los moretones en la cara, describe los magullones en el cuerpo y menciona un corte en la cabeza. Habla de mareos, de latidos en la sien y su rostro evidencia perplejidad, desconsuelo.
Siguen internados Claudio, el padre, que tiene una fractura en la nariz, un codo luxado y golpes en un ojo y el pecho; está fuera de peligro. Y Francisco, quien conducía el auto al momento del accidente, se encuentra controlado pero en observación dado que le entró aire en un pulmón, además de sufrir cortes en la cara y la cabeza. Facundo, el primo, sufrió un esguince y fue dado de alta.
«Venían todos durmiendo, menos Francisco que manejaba y yo, que estaba colaborando con el Waze para indicar el camino. No íbamos por el carril más rápido, sino por el de al lado, a unos 110 kilómetros por hora, y mi hermano, de repente, vio por el espejo retrovisor que un auto blanco venía a las chapas, y nos quería pasar por la derecha. Mi hermano se asustó, entendió que nos iba a chocar y metió un volantazo, y ahí perdimos el control y nos fuimos hacia el guardarrail… El auto voló como dos metros y volcó, golpeando contra un poste de luz».
Va recordando Milagros como puede, como le sale, con coraje y una fuerza de voluntad admirable. «No sabés lo que era el auto… una bola de hierro, un rejunte irreconocible. Había sangre por todos lados. Pedro venía dormido sentado detrás del conductor y yo detrás mi papá, que era el copiloto. Costó sacarlos a ellos dos, quedaron atrapados y tuvieron que venir los bomberos, ambulancias y policía».
Repite que era una escena de película, pero alcanzó a ver a su hermano a la distancia. «Pedrito estaba consciente, respondió a varias preguntas que le hicieron los médicos, pero en la ambulancia cayó en coma. Lo de él no eran tanto las heridas externas, sino las internas, que eran muy graves. Tuvo un paro cardíaco en el hospital y murió a las 12.15 (del martes)».
«¡Perdón, perdón! Yo quería esquivar el auto blanco, por favor perdónenme», le retumba a Milagros los gritos de su hermano Francisco tras el accidente, que le transmite a Clarín. «Él se siente culpable, siente que fue responsable pero claramente fue un accidente. Yo lo vi todo, mi hermano no tuvo la culpa, fue una fatalidad… Necesito que él se saque ese pensamiento de su cabeza, porque al igual que Pedro, es una persona muy sensible y no sé qué puede pasar…».
Un emprendedor muy unido a su famillia
Seis hermanos son los Orguelt, tres mujeres y tres varones, pero no todos tienen la pasión albiceleste. «Gracias a nuestros padres siempre priorizamos la familia, el bienestar familiar por encima de lo individual. Podía haber cortocircuitos entre los hermanos, pero nada iba a jaquear la armonía familiar. Y Pedrito era un pibe muy sensible, de esos chicos que no pasaban inadvertidos para su entorno. Estoy muy movilizada, no sólo por la muerte de mi hermano, sino por las cosas que me llegan por redes sociales de la cantidad de gente que lo quería y me siento orgullosa de mi hermano».
Hace una pausa Milagros, dice que se le parte la cabeza pero continúa. «Fue precoz en todo. A los 14 años compró relojes en Once para luego revenderlos en el colegio y así tener unos mangos. Un adelantado el pibe, siempre fue ambicioso, quería crecer y superarse, tener sus cosas y lo consiguió: a los 19 se fue a vivir solo y fue el primer emprendedor de la familia. Nos inculcó a todos los hermanos su gen emprendedor. Él tuvo negocio de ropa, luego de relojes, volvió a la ropa y finalmente se mantenía de la venta online de relojes. Vívía solo, alquilaba un departamento en Montecastro».
Su pasión por Racing era de las cosas más importantes, heredada de su papá Claudio. «Jugaba muy bien al fútbol, su ídolo era Diego Milito, a quien tenía tatuado en un brazo. Además de haberse tatuado los nombres de todos sus hermanos. A veces teníamos algún que otro encontronazo nosotros, bien típico de hermanos, pero este viaje que hicimos juntos fue una gloria, lo vivimos con plenitud y te confieso que nunca, pero nunca, lo vi tan feliz a a Pedrito. Este viaje quedará como nuestro recuerdo más sentido».
«Trabajador, deportista, sano, inteligente para emprender laburos, con ideas innovadoras y con una hermosa vida social», enumera Milagros a la hora definirlo. «También era ansioso, entonces, para aflojar tensiones, había empezado a hacer boxeo». Y estaba de novio con Ailén, una chica que conoció en el colegio secundario. «Sé que la amaba con todo su corazón», expresa con una sonrisa de incredulidad.
No tiene dudas Milagros que Pedro «dejará un vacío imposible de llenar», desliza mientras vuelve a mirar las fotos sacadas en Asunción y compartirlas con este diario. «Esto fue hace nada, unas horas, mirá», muestra a Pedro en una hamaca paraguaya. Y revela otra imagen con la familia festejando y de fondo el estadio guaraní de la Nueva Olla.
Milagros espera el alta de su papá y de su hermano para el velatorio de Pedro, que tomará lugar en la Catedral Católica Armenia de Nuestra Señora de Narek, donde se bautizaron y tomaron la comunión los hermanos Orguelt. Habrá que esperar que se le entregue el cuerpo a la familia, tras la autopsia practicada el miércoles. «No puede ser, no caigo… Pienso en el viaje y en haber podido compartir tanta felicidad juntos. Pude ver sus últimas sonrisas y estar a su lado en el momento más exultante de su vida».
MG