lunes, 7 octubre, 2024

Un experto revela cómo vivir una buena vejez: «No hace falta ser un Rolling Stone»

-Sabina dijo hace unos años que “envejecer es una puta mierda”. ¿Qué podemos decirles a nuestros lectores para que no se lo crean?

-Es muy personal. Envejecer no es una enfermedad, pero es parte de la vida. Porque la vida misma es envejecer. Lo que ocurre en nuestra sociedad es que el tema del paso del tiempo es muy crítico. Pero hay nuevas normas que involucran a las personas que envejecen, que cada vez son más. La generación que hoy envejece lo hace sin haber estado preparada, lo que es diferente para las generaciones que venimos detrás. Para nosotros la longevidad es la norma de este siglo 21. La mayoría de nosotros seremos longevos.

-¿Elogiar la vejez no es un consuelo?

-Cada uno recorre su propio camino. En el caso de Sabina es un superviviente, por el tipo de vida que ha hecho. La mayoría de las personas que han vivido como él se han quedado en el camino. Y también pensemos que es un artista, lo que nos habla de un perfil muy particular. Pero hoy si una persona tiene determinados hábitos de conductas saludables, que no son precisamente los que tuvo Sabina, sabemos que va a vivir bien y más tiempo.

-¿Qué se pierde y qué se gana en la vejez?

-La investigación nos muestra que si vos tenés salud hay características de las personas que mejoran con la edad. Hay cosas que se pierden. Perdés fuerza, velocidad, pero aumentás la comprensión, la perspectiva, tomás mejores decisiones. Para crear necesitás experiencia, reflexión y eso se logra con el tiempo. Pérdidas y ganancias son parte de la vida y existen siempre. Hoy el grupo de personas mayores es el más educado, conectado y comunicado, y quiere ser partícipe.

-¿En qué medida la tecnología y los nativos digitales quitan protagonismo a los más longevos?

-Esa brecha entre migrantes y nativos digitales se va a ir acortando. La mayor parte de las personas de 65 a 70 años, a diferencia de lo que creemos, utilizan las tecnologías. Hay una realidad: a mayor edad, menor uso de la tecnología. Pero la longevidad nos involucra a todos los que hoy tenemos más de 30 años, que vamos a tener 60 a partir del 2050.

-¿Cómo se resuelve la paradoja de vivir cada vez más y que a determinada edad se nos considere menos?

-A las personas de más de 65 años hay que darles la oportunidad de hacer algo que les guste, para que además de estar ocupadas tengan la posibilidad de incrementar sus ingresos. Es un capital humano que no podemos desaprovechar. Las etapas se corrieron, la gente se casa más tarde, tiene hijos más tarde y también debería retirarse más tarde. Eso está pasando en Europa y pasó acá en Uruguay, cuando hace poco el Senado modificó la ley de retiro. Eso tiene que pasar también en Argentina en algún momento. La jubilación es un invento para el siglo 20. Hoy a una persona de 64 años le queda por delante una expectativa de vida de 20 años. Los que venimos atrás tenemos que entender que quizás no vamos a vivir de una jubilación como lo hicieron nuestros padres.

«La jubilación es un invento para el siglo 20», dice Bernardini. Foto: Ariel Grinberg-¿En Argentina hay intenciones de aprovechar el capital humano que aporta la longevidad o se le da la espalda?

-Si miramos lo que fueron las campañas políticas de las primarias, nadie les habló. Esto en otros países pasa y está demostrado como estos grupos condicionan la gobernabilidad a través del voto. Aquí, para las PASO de 2021 eran el 12 por ciento del padrón electoral. Y hoy los mayores de 70 años, que si bien están exceptuados tienen el derecho a votar, son cinco veces más que el grupo de 16 a 18 años. Son cuatro millones de votos. Esos datos no se conocen y los políticos no les hablan. Las personas mayores quieren seguir siendo partícipes y no se les da la oportunidad. Ese es el chip que hay que cambiar.

-¿Y cómo se cambia ese chip?

-Educando, con la pedagogía de la longevidad Hoy a nuestros chicos, estudiantes, jóvenes, hay que explicarles que muy probablemente tengan una vida muy larga, más larga que la que tuvieron sus padres y sus abuelos, y que además va a estar caracterizada por transiciones y cambios. Vos antes estudiabas, trabajabas y te jubilabas. Hoy permanentemente estás cambiando, te estás educando, y no sabemos qué impacto va a tener la inteligencia artificial en todo esto.

-¿De qué depende tener una buena longevidad o no?

-Básicamente de la salud y los vínculos emocionales. Cuando en los estudios se les pregunta a las personas cuándo es que sus vidas literalmente empiezan a ser una mierda, dicen que eso ocurre cuando empiezan a necesitar de un tercero que lo ayude para las actividades básicas de la vida diaria. Cuando necesitás una persona que te ayude a salir de la cama, te traiga la ropa, te acompañe al baño, te prepare el desayuno y que te dé de comer, ahí la vida pasa a ser una mierda. Entonces el punto es que eso vos lo evitás con salud.

-¿Qué pasa con la medicalización, qué rol juega y cómo conviene administrarla?

-Hay que hacer lo necesario en el momento justo y en la cantidad adecuada, porque una de las cosas que nos pasa con las personas mayores a las que tratamos médicamente, es que una gran parte de nuestra intervención es quitar medicación. A veces la medicación la das para algo y te desacomoda por otro lado. Y en este grupo de personas mayores existe un fenómeno que es la polimedicación, que se da cuando consumen tres o más medicamentos. Ahí hay que hacer un equilibrio muy fino para evitar los efectos adversos.

-El longevo que se tatúa o quiere emprender una aventura en motorhome, ¿es un síntoma de nostalgia o ya es parte del nuevo lenguaje de la vejez?

-Estamos frente a un nuevo lenguaje, una nueva cultura. La longevidad existió siempre, pero era un privilegio para pocos. Hoy es la primera vez en la historia de la humanidad que empieza a ser un fenómeno colectivo y social. Y dentro de eso se está viviendo una nueva longevidad. Porque si a una persona mayor le decís abuelo te dice: “Flaco, yo no soy tu abuelo”. Y sobre los propios nietos te dicen: “Está bien, dejámelos en casa pero te los llevás a las dos horas”. O te dicen “me voy a viajar con mis amigas” o te preguntan si hay un Tinder para ellos. Están planteando nuevas reglas de juego. Las personas mayores tienen dos cosas muy importantes: la libertad para elegir, porque no tienen que rendirle cuentas a nadie, y el tiempo.

«Hoy es la primera vez en la historia de la humanidad que empieza a ser un fenómeno colectivo y social». Foto: Ariel Grinberg-¿Cómo repercuten esos cambios en el matrimonio? Cada vez se ven más parejas que se separan ya grandes.

-Totalmente. Así como por un lado escuchamos a parejas jóvenes que dicen que no quieren tener hijos, o que no les interesa casarse, las tasas de divorcio en los mayores de 65 años se han duplicado en Estados Unidos y el Reino Unido en los últimos treinta años. Son datos muy fuertes.

-Hablabas recién de la inquietud de algunos pacientes por Tinder. ¿Esa nueva longevidad supone también una nueva sexualidad?

-Sí, así como se interesan por Tinder también te plantean la inquietud, por ejemplo, cuando un hombre tiene que ser intervenido de próstata, porque muchas veces los médicos no explican que puede traer disfunción sexual. A mí me ha pasado de tener también en el consultorio a la pareja y tomar las decisiones entre los tres. El deseo no desaparece, está. Lo que no está es la oportunidad y la frecuencia. Después hay otros cambios: hombres de 80 años que te preguntan si la píldora la pueden tomar todos los días, o hay sex shops con una estética hecha de juguetes sexuales para mujeres. Cuando hablás con las mujeres mayores te enterás que se los regalan entre ellas. Esto también tiene un problema de salud pública: en Estados Unidos están viendo que las mayores tasas de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual se están dando en el grupo de mayores de 65 años.

-¿Podemos hablar de un patrón de la nueva longevidad o el contexto socioeconómico y las desigualdades obligan a hablar de nuevas longevidades?

-En la Argentina existe un fenómeno muy particular. Diez de cada diez personas que tienen derechos reciben una pensión. E históricamente la línea de pobreza de las personas mayores estuvo por debajo del promedio de la población general. Un estudio de 2012 indicaba que 8 de cada 10 personas mayores eran propietarias de su vivienda o del terreno donde viven. A eso sumale que tienen una tasa de alfabetización superior al 95 por ciento. Eso no pasa en el resto de América Latina. En la región, según datos del BID, sólo una de cada 5 personas mayores recibe una pensión.

-Solés decir que “para redefinir el concepto de vejez no hace falta ser un Rolling Stone”. ¿Por qué?

-Lo de los Rolling Stones es muy interesante. Son tipos de 80 años, que tienen todo el dinero del mundo, podrían estar en su propia isla privada y siguen tocando. En una nota, Keith Richards dijo: “Lo hacemos por el disfrute”. Cuando les preguntás a las personas mayores o los que están arriba de los 50, te responden que lo que quieren es pasarla bien. En ese sentido es que digo que se puede vivir una buena vejez sin ser un Rolling Stone. El ejemplo nos sirve para pensar qué nos gusta, cómo lo podemos hacer y cómo lo podemos disfrutar. Eso hay que analizarlo, hacer una introspección.

-De alguna manera sería zafar de la inercia.

-Ése es un punto muy interesante, porque la inercia va de la mano de la soledad, de la pérdida de vínculos, de la pérdida de roles, de participación, que es lo que suele suceder después del retiro. Hay gráficos que te muestran que cuando te jubilás no sólo perdés una estabilidad financiera, sino que perdés todo un ecosistema social que te rodea y te mantiene activo porque son desafíos. Entonces hay que enseñarle al ciudadano del siglo 21 que va a vivir una vida de transiciones, donde una constante es el aprendizaje continuo. En la Argentina debe haber no menos de 25 universidades que ofrecen educación para personas mayores. La palabra jubilación, que viene de “júbilo”, de recreación y diversión, debería pasar a re-crearse y reinventarse.

«La inercia va de la mano de la soledad, de la pérdida de vínculos», dice el gerontólogo. Foto: Ariel Grinberg-Hay una frase que posteaste en Instagram y generó polémica: “No hay mejor pediatra que la propia madre y no hay peor geriatra que los propios hijos”.

-A veces me gusta provocar, para ver qué reacciones hay. La idea es que con las personas mayores está pasando algo que no debería pasar: los hijos empiezan a decidir por los padres. A veces, pensando que los cuidan. Pero a veces también con mala leche. Pero a lo que vamos es que por más que una persona tenga más años no debe perder el derecho de la propia decisión. Una cosa es cuando hay una persona en situación de deterioro y de dependencia, pero la mayor parte de las personas mayores de 80 años, entre seis y siete de cada diez, viven en su propia casa y pueden ser independientes. En el consultorio vemos que el paciente es el padre o la madre y la que habla es la hija. Una de las cosas que vemos es que por el hecho de cumplir años se los infantiliza, se cambian los roles, con esta idea: ‘Ahora soy el papá de mi papá’. Y no, vos no sos el papá de tu papá, vas a seguir siendo el hijo. Eso es lo que hay que evitar hasta el último día posible.

Los dos episodios de su vida que marcaron su vocación

Diego Bernardini nació hace 56 años en el barrio porteño de Congreso. Se define a sí mismo como “bien de Buenos Aires”, pero en la actualidad vive en Washington. Su mujer es finlandesa y su hijo tiene 17 años. “Por la dinámica familiar hemos vivido en España, Estados Unidos, México, también en la Argentina. Ahora regresamos a Washington. Voy y vengo, tengo un pie allá y otro acá”, cuenta.

Es fanático de la actividad física y en particular del running: participó de los maratones de New York (1998 y 2011), Buenos Aires (1999), Madrid (2004), Helsinki (2006), Chicago (2009) y Boston (2010). También le gusta escribir y tiene dos libros editados sobre la temática de la nueva longevidad: “De vuelta” y “La segunda mitad”.

Hizo la primaria en el colegio Don Bosco y la secundaria en el Hipólito Vieytes. Estudió kinesiología y medicina en la Universidad de Buenos Aires. “Después me formé como médico de familia y me fui a España, donde hice una maestría en gerontología y un doctorado en medicina. Hoy trabajo a nivel regional, tengo proyectos en México, Colombia, Ecuador, Uruguay y Chile”. Da charlas y hace consultorías.

Uno se pregunta si hubo algún episodio personal en la vida de este médico que lo haya llevado a prestarle especial atención a los adultos mayores. Responde: “Hubo dos episodios importantes. El primero, mi familia. Conocí a tres bisabuelas mías, conocí a mis cuatro abuelos. De hecho, mi última abuela falleció hace cuatro años con más de cien años. El segundo factor fue la muerte temprana de mi madre, que de alguna manera terminó de orientar mi atención a las personas con determinadas características. Además, creo que tuve maestros muy importantes, como Jorge Galperín en Argentina y Juan Macías en España”.

Cuándo se le pregunta cuál es el momento de empezar a plantearse la vejez es gráfico: “Mucho antes de llegar a la jubilación. Esto empieza en los 40 largos o en los 50 cortos, en lo que yo llamo ‘la segunda mitad’, que es cuando te salieron canas, en el trabajo te empezás a sentir amenazado por los jóvenes y en la calle te preguntan ‘señor, qué hora es’. Y vos decís, ¿cuándo me convertí en señor? Ahí empieza a haber un revoltijo mental que ya te pone en alerta”.

Perfil

Se graduó de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1996, luego de finalizar la Licenciatura en Kinesiología, en 1991. Es profesor titular de “Salud del adulto mayor” en la Escuela Superior de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata y profesor titular de la Licenciatura de Kinesiología y de posgrado de la Fundación Barceló. En 2003 ganó una beca de posgrado “World Health Organization-Geneve Foundation for Medical Education and Research” en la sede de la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra. Al regresar en aquellos años se integró al Programa de Epidemiologia de Campo del Ministerio de Salud de la Nación. También fue orador TEDx con su charla “Bienvenidos a la nueva longevidad”.

Bernardini durante una de las frecuentes charlas que da sobre el tema de la longevidad.Bernardini durante una de las frecuentes charlas que da sobre el tema de la longevidad.

Al toque

Un proyecto: Mi comunidad “La segunda mitad”, de aprendizaje para mayores de 50.

Un líder: Barack Obama y Sanna Marin

Un prócer: Sarmiento

Una comida: Huevos estrellados con jamón

Una bebida: Vino tinto

Una sociedad que admires: Las nórdicas

Un recuerdo de la infancia: Plaza Congreso, mi abuelo y mis padres.

Un sueño: Una Argentina en paz y progresando.

Un placer: Compartir con mi hijo.

Un libro: De vuelta, diálogos con personas que vivieron mucho y lo cuentan bien.

Una serie: Capitán Escarlata

Una película: Carrozas de fuego

PS

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