Al verla pasar, más de uno se preguntará ¿quién es esa chica? No hay una sola respuesta. En ambas, un rico abanico de matices. Puede ser Olivia Grecco, la asistente del fiscal español de Frágiles (la nueva serie de Flow) o Eli, la joven idealista de Iosi, el espía arrepentido (ya grabó la segunda temporada) o Alicia Muñiz en Monzón.
Y, más atrás en el tiempo, en el año 2009, Liliana Coloto, la mujer violada y asesinada en El secreto de sus ojos.
Ese rol, que marcó su debut en el cine y en la actuación, le llegó a los 20 años y la atravesó de tal manera que -nos confesará- fue decisivo a la hora de decidir mudarse a los Estados Unidos por una década. A los 35 años, dice “estoy muy bien”. Es la primera frase que pronuncia con una sonrisa generosa antes de comenzar esta entrevista.
El estado de ánimo se le nota, también en su look ecléctico y contundente. Eligió para la presentación de Frágiles a todas las Carlas posibles: secretaria ejecutiva con rodete apretado, femme fatale de camisa blanca abierta y corpiño rosa asomándose, colegiala con minifalda escocesa en amarillo, vanguardista de blazer amplio, aniñada en los zapatos de colores e it girl de carterita verde.
-¿Qué te provoca un estreno?
-Alegría y ansiedad. Alegría porque es una oportunidad de reencontrarme con mis compañeros y de mostrar lo que hicimos. Y ansiedad también porque no había visto nada y llegué al estreno de Frágiles totalmente virgen de imagen.
Carla Quevedo estuvo una década en los Estados Unidos. Además de actuar, es escritora. Foto: Fernando de la Orden -Te despediste de Olivia, tu personaje, en abril y no la volviste a ver hasta ahora.
-Story Lab (la productora) tiene una dinámica genial, terminamos de filmar en abril y estrenamos el 31 de agosto, no suele suceder así. En general filmás y recién un año después lo ves. En este caso la tengo a Olivia acá en la espalda todavía. Y eso es lindo.
Una abogada en el mundo de las sectas
-¿Qué te gustó de interpretar a esta abogada, con un presente ameno hasta que la atrapa su pasado?
-Me pareció un desafío. Hubo algo de la temática de la serie en sí, más allá de mi personaje, que fue lo primero que me atrajo: meternos en el mundo de las sectas y entender y poder mostrar cómo es que una persona normal, común y corriente, puede terminar dentro de una secta casi sin darse cuenta.
-¿Por qué creés que ocurre eso?
-Porque son procesos muy engañosos a los que muchas veces la gente llega con premisas súper interesantes. Incluso hay cosas que me resultan atractivas de la secta de Frágiles, antes de saber que es una secta por supuesto. Pero esa vida sustentable y en comunidad, sin un montón de cosas que impone el sistema y con distintos tipos de vínculos, es súper atractiva.
El problema es que después empieza a aparecer la oscuridad que está debajo de esa superficie. Y efectivamente El Arca era una secta. Pero hubo algo de ese mundo que me resultó pareció interesante de traer a la luz y al debate. Y después el personaje también era rico, hacer de una fiscal que va a investigar un caso propio por primera vez y de golpe se encuentra con que hay una conexión personal mucho más profunda de la que ella sospechaba, es un desafío actoral muy serio.
Carla Quevedo, en «Frágiles», la serie de Flow.-¿Tu elección siempre está conectada a darle vida a personajes tan diferentes entre sí? En «Ecos de un crimen» -película con Diego Peretti, Julieta Cardinali y Diego Cremonesi, 2022- y tenés el pelo rubio, corte carré y flequillo.
-Tengo una anécdota relacionada con lo que decís. En una de las marchas por el aborto nos encontramos Calu Rivero, Carla Peterson y yo. Estuvimos hablando con Carla más de veinte minutos y en un momento: “¡Ajj! ¡¿Vos sos Carla Quevedo?!”. Yo me empecé a reír y ella me dijo: “Es que estás siempre tan distinta, que sabía que te conocía, pero no sabía de dónde”.
Y eso me encanta, porque siempre me parece fantástico transformarme para los personajes, cambiarme el pelo, el aspecto físico dentro de lo que se puede. No me gusta nada cuando me dicen: “Che, ¿tenés algo de tu ropa para traer?” ¡Yo no quiero usar mi ropa, porque no soy yo! Me gusta ponerme el traje del personaje completo y jugar por un rato a ser otra persona.
-¿Cuándo escribís sí sos vos?
-Ahí es donde más conecto con algo propio. Es donde más me siento yo, porque es donde tomo la palabra, donde elijo qué quiero decir. En la actuación no dejo de ser una herramienta para contar la historia que quiere contar otro.
Y aunque me involucro y tengo el privilegio enorme de poder elegir los proyectos que me interesan, que tratan de cosas que personalmente me interpelan, no deja de ser la historia de otro donde soy una herramienta más para contarla. En cambio, cuando escribo soy yo la que toma la palabra.
A Carla Quevedo le gusta cambiar su apariencia para cada personaje. Foto: Fernando de la Orden
Una poetisa que comparte
-Empezaste a compartir los poemas que escribías en las redes, ¿fue como un juego dejarlos ahí, como una pescadora con su caña y ver qué pasaba?
-Sí, jajajá. Y que alguien se diera cuenta.
-¿Te sorprendió la recepción positiva a la Carla escritora?
-Siii, tremendamente. De hecho, no termino de apropiarme del todo de eso. Un poco por pudor, otro poco porque siento que todavía tengo un camino larguísimo que recorrer.
Yo tengo muy poco tiempo en el oficio de la escritura, si bien siempre me gustó escribir y escribí desde muy chica, recién tengo un libro de poemas y una novela publicada… Siento que tengo mucho que aprender. Pero sí, me hace muy feliz y me di cuenta que me paro desde otro lugar cuando hablo de ese trabajo.
-Te ponés seria.
-Sí, me pongo más seria (se ríe), pero igual nunca me sentí muy cómoda con toda la parte de la exposición de la actuación, ir a un programa de tele o a la radio, hacer entrevistas como ésta siempre fue con lo que mejor me llevé, pero todo lo que es una exposición masiva, no.
De hecho, nunca me gustó hacer teatro. Hice una sola vez y sufrí muchísimo (Parque Lezama, dirigida por Juan José Campanella, en 2013). Porque tener a quinientas personas mirándome en vivo me generaba mucha ansiedad y había algo de eso que no me hacía bien. Me gustaba actuar, sí, acción y corte en el cine o en la televisión, pero con todo lo otro la pasaba mal.
Carla Quevedo, con Julio Chávez en «El maestro», una serie que hizo para El Trece. -La literatura es otra cosa.
– Sí. Al publicar mi libro de poemas (Me peleé a los gritos con el manager del spa), lo sentía propio, que era algo que realmente había hecho yo. Me di cuenta de que me paraba en otro lugar y que disfrutaba de hacer una nota hablando de eso o de ir a leer para el público. A raíz de esa experiencia empecé a relajarme un poco más y disfrutar también al hablar de lo mío.
-Es que en realidad hay un “karma” que te perseguirá por siempre, haber debutado en «El secreto de sus ojos».
-(Se ríe) Sí, sí…
-Y no fue sirviendo una taza de café. Es inevitable lo que pasó después, porque la película hasta ganó un Oscar y tu nombre apareció en todos lados.
-Sí, y yo no me sentía preparada en ese momento. Me fui formando ya haciendo carrera, no previamente. Entonces había algo de eso que me generaba mucha inseguridad. Me decía: “¿Yo me merezco este lugar?”. Tenía como una neurosis con eso. Hasta que fui entendiendo que nadie me regaló nada, porque todo lo que hice fue haciendo casting y siendo elegida por la razón que fuera, pero había algo de eso que me pesaba al principio.
-Tanto te pesó que te fuiste a vivir a los Estados Unidos.
-(Risas) Sí, ¡me sacaste la ficha! ¡Me escapé! Fue lo que necesité, era muy chica también, cuando se estrenó ya había cumplido 21 años.
Carla Quevedo prefiere el cine y la TV al teatro. Sufrió haciendo «Parque Lezama». Foto: Fernando de la Orden-Y un día volviste.
-Después de diez años y volví realmente con otra cabeza, con ganas de ocupar mi lugar y disfrutarlo.
-Debe ser fuerte empezar con un éxito de esa magnitud.
–Yo tuve muchos fracasos… Lo que sale en las notas y lo que termina viendo el público son los éxitos, pero por cada película que yo hice hubo veinte en las que no quedé. Y te puedo nombrar muchas películas, sobre todo en los Estados Unidos, para las que hice casting y callback y finalmente no era elegida.
Y todo eso está, pero la gente no se entera. Así como tuve emprendimientos que les fue mal… Poemas que escribí y me dijeron: “Son una mierda”. Siempre por cada éxito hay un montón, no sé si son fracasos; son intentos que por ahí no dan frutos y así uno va construyendo una vida.
-¿Por qué elegiste el título «Me peleé a los gritos con el manager del spa» para tu libro de poemas?
– No sé, no lo pensé así. Es cierto que me hace acordar algo que me decía mi mamá y es que yo siempre fui muy provocadora, creo que está en mi naturaleza, no lo hago a propósito. Me sale así y siempre me salen títulos largos.
Carla Quevedo en «Ecos de un crimen», otro look. Foto: Archivo Clarín-¿Pero tiene otra explicación o sí existe el gerente del spa?
-¡Eso fue algo que me pasó de verdad! Yo estaba muy sola, estaba pasando por una depresión severa viviendo en Nueva York y lo único que me había hecho ilusión en el último mes era que había un cupón en una página de un 2 X 1 en masaje para parejas, creo que era en febrero, cerca de San Valentín. Compré el cupón, no tenía pareja, con la ilusión de hacerme dos horas de masaje ¡por el precio de una! Fui y me dijeron: “No, señora. Usted no puede hacerse los dos masajes”. Y ahí me enojé.
Uno muchas veces termina tirándole la angustia en la cara a otro que no tiene nada que ver, no digo que esté bien, pero a veces uno tiene estos exabruptos y me peleé con el manager del spa porque no me dejaba hacerme dos masajes, y me hice uno solo…
-¿Qué te dice tu foto en la tapa de ese libro?
-Me da ternura, siento algo de compasión, que es una palabra que tiene muy mala prensa, pero que yo la entiendo y digo: ¡Fui yo! A los veinticuatro años y sobreviviendo a un montón de cosas que por ahí me habían pasado antes y haciendo un proceso que me llevó a hoy estar en otro lado.
-Para la novela también elegiste un título loco: «Cómo me enamoré de Nicolas Cage». ¿De verdad te enamoraste de él?
-Jajajá. No, no. Nicolas Cage es un nombre. Obviamente está puesto porque viene a representar a una persona muy famosa y en la novela la protagonista se enamora de un músico muy famoso. Y como parte de una estrategia entre comillas, para proteger la identidad de este músico, del que ella va a contar todo, dice Nicolas Cage.
Elegí su nombre porque eso es lo que hacemos los actores, interpretamos a alguien que no somos. Tenía un punch medio pop que fuera su nombre y me parece bizarro, y a mí la bizarro siempre me llama la atención.
Carla Quevedo escribipo una novela y un libro de poemas. Foto: Fernando de la Orden-Hablemos de tu perro Ramón, que hiciste famoso en las redes.
-Te amo, jajaja. Ramón tiene 13 años y es mi gran compañero de vida. Me lo regaló un ex novio en el 2010, cuando volví a Argentina para sellar mi visa de los Estados Unidos. Vine por dos semanas y él me regaló el perro esperando que con eso yo me quedara a vivir acá.
Obviamente, agarré el perro y a las dos semanas me volví a Estados Unidos con el perro y sin el novio -nos separamos- y me acompañó todos esos años. Tengo un vínculo muy especial, de un apego casi problemático (se ríe).
-Deberías haber ido hacerte los masajes con Ramón…
-¡Si! Igual no sé si era pet friendly el lugar.
-Si te digo: “Sentime”, ¿qué pasa por tu cabeza?
-Se me viene mi bisabuela. Y se me viene algo muy lindo. Es un verbo que mi bisabuela materna, Ofelia, usaba como sinónimo de “escúchame” y me parece que es algo muy hermoso porque implica que la escucha sea con sentimiento. Y muchas veces nos cuesta escuchar al otro desde un lugar de presencia, corrernos a nosotros mismos del foco y ponernos en el lugar del otro.
-¿Qué proyectos te esperan?
-Dentro de poco se estrena la segunda temporada de Iosi, el espía arrepentido, que la estoy esperando con muchas ansias; me gustó incluso más que la primera y espero que a la gente le pase lo mismo. Tengo otra serie que filmé el año pasado, Los mufas, que no sé cuándo se estrena. Y estoy escribiendo mi próxima novela, un policial. Sale también por la editorial Penguin Random House el año que viene.
-Sorpresivamente, la editorial te considera ya sinónimo de éxito.
-¡Ojalá! Nada tiene garantías, pero ellos están entusiasmados ¡y yo también!
WD