La profesora de ajedrez que enseña “partidos de fútbol sobre un tablero” en Boca
Paola Elisa Maggiolo traslada su pasión del ajedrez a los jugadores de divisiones inferiores de Boca La vida y el destino quisieron que su vida se manejara al compás de peones, alfiles, caballos, torres, damas y reyes. Paola Elisa Maggiolo vive para el ajedrez y todo lo que aquello conlleva: promover, enseñar, incluir y convencer.…

La vida y el destino quisieron que su vida se manejara al compás de peones, alfiles, caballos, torres, damas y reyes. Paola Elisa Maggiolo vive para el ajedrez y todo lo que aquello conlleva: promover, enseñar, incluir y convencer. A una chica de 8 años o a un veterano de 82. Todo lo hace con el corazón. Uno que tiene pintado con los colores tradicionales de su barrio natal: La Boca. Esa pasión por el azul y oro, y las incansables ganas de que el deporte crezca, hacen que se desempeñe en el club hace más de 10 años para, entre otras cosas, ponerse a disposición de los juveniles y ser su maestra en un ambiente contradictorio al que están acostumbrados: por un rato abandonan ese mundo futbolero lleno de presiones para pasar al del silencio, la tranquilidad y meditación.
Su locura ajedrecista nació muy pronto y de casualidad. Tita, su madre, apostaba a la variedad deportiva. Por eso llevó a Paola y a sus tres hermanos (Esteban, Cinthya y Sonia) a un complejo de Parque Patricios, con la cabeza en que pudiesen moverse en deportes como el tenis, el básquet o el hockey. Pero a Esteban le llamó la atención unas piezas que había en una mesa: “¡Yo quiero ese juego!”, lanzó. Hasta que un día, en una de las prácticas de su hermano, Paola se encargó de dar la nota: “Las saqué de la caja y las acomodé tal como había aprendido desde un costado cuando lo acompañaba. Me había equivocado en una sola cosa: invertí la ubicación de la dama y el rey”. El profesor pensó en Esteban, pero Tita dio el aviso: “Mirá que fue la Peque (así la siguen apodando), eh”. ¿Cuántos años tenía? Tres y medio.
Boca siempre fue su amor en este ámbito. De hecho, a los seis años jugó su primer torneo representando esos colores: terminó tercera, toda una hazaña. Metida en Brandsen 805 comenzó a crecer. Y así llegó a ser, entre muchas otras conquistas internacionales, la campeona argentina más joven de la historia. Con 18 años comenzó a dar clases, pero lo que más la motivó fue lo que comenzó a realizar una vez que se metió en Boca Social: ser la organizadora de múltiples campeonatos para niños, mujeres y adultos. “Incluso juegan personas no videntes”, comenta orgullosa. ¿Cómo es posible? Los casilleros oscuros están más elevados para que sean más fáciles de identificar y las piezas negras tienen una protuberancia que las diferencia de las blancas.
Y aunque puede resultar cansador, ella lo disfruta al máximo. Como cualquier deportista, hoy en día goza del mejor momento de su carrera. Por la mañana enseña en el primario de una escuela de Barracas, también brinda clases particulares y por estas noches de marzo se da el lujo de ser, gracias al apoyo del vicepresidente primero Fernando Quintana, la organizadora del Abierto de la Legislatura de CABA: comenzó el 20 y finalizó este viernes, de manera gratuita, cuenta con un récord de inscriptos (474) y entrega algo menos de 200 mil pesos. Y ya está ansiosa por lo que ocurrirá en mayo: llevará adelante un torneo infantil de menores de 14 años, que se inscribirán a través de la entrega de alimentos no perecederos que serán recaudados para llevar a unos diez comedores comunitarios del barrio.
Pero hay algo más en su rutina: los martes y jueves se encuentra en la pensión con los futbolistas de las divisiones inferiores boquenses. Recuerda el interés de chicos del pasado como Leandro Marín, Gastón Sauro y Federico Bravo. También pasó Gonzalo Maroni, hoy en Talleres de Córdoba. Manuel Roffo fue su alumno al igual que Leonardo Balerdi, una debilidad de Paola. Y tantos otros…
“Al comienzo cuesta porque tienen el prejuicio de que es aburrido sentarse a pensar. Depende de mí convencerlos: ‘Dale, vení, en cinco minutos te enseño’, les digo. Y ahí les cambia la mirada”.
-¿Y qué herramientas usás para lograrlo?
-Trato de hacerles ver un partido de fútbol dentro de un tablero. Por ejemplo, conmigo los chicos le ponen nombre a las piezas. Un peón se llama Palermo, porque parece que no hace nada, pero de repente llega y hace el gol. Muchas veces les explico que ese peón puede ser una gran ventaja cuando tenés superioridad numérica en el tablero.
-¿Y en qué aspectos podés unir esa enseñanza con lo que hacen ellos?
-Intento enfocarme en la concentración. Les explico mucho de la táctica y su diferencia con la estrategia: que vean los huecos que se dan en el tablero y piensen por dónde es más conveniente atacar. También el meterse en la cabeza del rival y anticipar qué jugada puede tener pensada. Y, por otro lado, el semblante tiene mucho que ver. Les repito permanentemente que la cabeza tiene que estar fuerte porque en un segundo la partida se puede complicar, pero tenés que mantenerte porque aún no perdiste.
Incluso tiene un gran recuerdo de varios nombres importantes de la historia reciente del club que la ayudaron, cada uno desde un lugar diferente. Por ejemplo, Martín Palermo o Hugo Ibarra, que estuvieron siempre a disposición. E, incluso, tiene una anécdota con Pedro Pompilio, quien fuera presidente hasta el 2008, el año de su fallecimiento: “Un día me voy a reunir con Pedro en la Bombonera. Cuando llego, veo que me estaba esperando con un tablero de ajedrez para jugar una partida. Yo no podía creerlo”.
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